Alguien dijo que los hombres malos no tienen música. De ser así, cosa que no dudo, debo reconocer que sólo tengo buenos amigos: ¡Todos aman la música! Y usted, apreciado lector, al abrir esta página, interesado en ella, tengo por seguro pertenece a esa raza de personas que, probablemente, sin ser melómano, cantante o músico profesional, vibra, siente paz, ternura en lo más íntimo de su alma al percibir la cálida caricia de una melodía. Melodía que incluso sabe hacer suya e incorporarla a un retazo de su vida, recuerdo de cierto momento perdido en el tiempo, pero que mora aún en apartado rincón del corazón.
LA GUITARRA MÁGICA
De ser así, aunque no nos conozcamos, sea bien venido a la cofradía de amigos que el destino tuvo a bien poner en mi camino. Usted… ¿usted?...Bueno, permítame tutearle, pues a pesar de todo somos compañeros en esa maravillosa andadura vital que es la música, es decir: somos amigos.
En cuanto a datos biográficos se refiere, únicamente os diré que soy viejo en experiencia, joven de espíritu, amante de la paz y la justicia, etc., referente a lo último, ¿quién no? En cuanto a más virtudes, id añadiendo comas y datos a lo dicho según criterio y cosecha; en cuanto a defectos: ninguno. Y si los tengo no os los digo…¡Vaya hombre!,¡faltaría más!… Para más detalles ver páginas anteriores…
A algún lector avispado podría ocurrírsele preguntar que cual fue el motivo que indujo a uno a componer. Difícil contestación. En realidad la música se escribe a sí misma a través de alguien a quien por antonomasia denominan autor.
Ni más ni menos: engaña al denominado autor haciéndole creer que él y únicamente él es el verdadero creador ; pero, por supuesto esto no es así, ella,astutamente, se sirve, pura y llanamente, de una antena a la que encandila susurrándole que ha tenido “ inspiración”. ¡Menuda patraña! El ignorante se lo cree…
Un servidor, se inició en la composición cierto día en que, inopinadamente, sin venir a cuento, creo que incluso con nocturnidad y alevosía, una guitarra puesta en mis manos y a la que, sea dicho de paso, yo quería dominar, manejar a mi antojo, empezó a cantar. Me quedé de piedra…
Y ella me dictó sus melodías, ¡y las letras!; sí, y las letras de numerosas canciones escondidas en su vientre.
Esta es la verdad…
Tengo muchos defectos, pero de seguro una virtud: reconozco, respeto y acepto a quién me es superior en algo; así que tomé pluma y papel y transcribí lo que aquella guitarra mágica que regalé cierto día a mi difunto hijo Carlos, todo cuanto me dictaba.
Y aquí van esas canciones que tuve la osadía de registrar a mi nombre.